lunes, 17 de noviembre de 2014

Poema

En ti el azar se convirtió en fuego. 
Lloviznó el ansia como llueven los nenúfares, y me envolvió como un sudario de cal que traspasó mis huesos y calcinó la angustia y la derrota. 
Te amo en las ruinas de las rosas, en los escombros de la alegría, en los restos que dejaron tus testículos en mi carne, en los pliegues más cerrados que se abrieron como se abren las alas de los pájaros.
Con la precocidad de un adolescente me miraste, y en tus ojos comprendí que el deseo nunca se abandona, que la piel se marchita en el amor, y los labios sufren la sed de los adictos que no pueden dejar de beberse el cielo.
En el barro te encontré. Mis masturbaciones fueron tersas, y se llenaron de memoria, Mis manos llevaban tu olor, y cuando al fin me follaste, me metiste el crepúsculo amanecido, las estrellas y su canto, la canción del condenado, la misma muerte que se enamoró de mí.