sábado, 18 de diciembre de 2010

La Cruz del Verbo de Rosario Bersabé Montes




El año pasado di un Taller de Poesía en la tetería Catar, en Tarragona, gracias a la generosidad de Montse, la propietaria. Ahora lamentablemente ese espacio hermoso está cerrado, pero gracias a eso conocí a Rosario, a quien tuve el placer de tener como alumna en el Taller. Rosario vino de la mano de Dora, mi primera alumna. Enseguida me di cuenta de varias de sus cualidades: Rosario es una mujer inteligente y dotada para la poesía. Quizá ella no sabía racionalizar el comentario de un poema pero no le hacía falta, pues tiene un talento innato para la palabra. Sus poemas, los pocos que leí entonces, lo demostraban. Ahora Rosario me ha invitado a presentar su último libro publicado, La cruz del verbo, cosa que voy a hacer con mucho placer y espero que con su complacencia.
Hablemos del poemario.
La cruz del verbo es un poemario clásico, que junta verso blanco con verso rimado, alejandrino o soneto junto con otras configuraciones estróficas. Pero eso no es lo importante del libro. Lo importante es lo que dice y cómo lo dice.
Paremos ya en el sugerente título del libro: La cruz del verbo. Subyace en el título lo que será el poemario, con dos símbolos cristianos. La cruz – la muerte – y el verbo – la vida, que se encarna en el amor, en la primavera, en las flores, en la misma poesía. Veremos conforme vayamos avanzando que el contraste invierno – verano – primavera y flores y territorio lleno de grama, amor – desamor o lo frío opuesto a lo cálido van desarrollando los núcleos temáticos del poemario, van desarrollando el título que encabeza los poemas.
La primera parte se titula Viento de otoño, y vemos como en el primer poema, dedicado a la Musa, florece la fugacidad del tiempo y con ella la fugacidad de la misma vida. Rosario le dice a la Musa: Si sabes que mi tiempo se consume. Y así es para todos nosotros. Es digno de remarcar que después de este primer poema introductorio los siguientes títulos sean: Indiferencia, A la soledad, Tristeza, El tiempo, Se despierta la noche, La mentira, Quizá, Olvidaré tu nombre y Que no mueran las rosas como buen deseo que finaliza esta primera parte.
En el poema Indiferencia nos encontramos con la presencia del otoño en: adelfas muertas, difusas violetas amarillas, lirio infecundo, polen intangible, para finalizar en el alma confundida entre las sombras. Vemos aquí como el otoño triste, oscuro, es descrito de manera impecable por Rosario.
En A la soledad vemos claramente esa contraposición de lo cálido y lo frío, lo cálido con De fuego incandescente soy y lo frío: Tú... estatua de granito, alón de cuervo gélido y que se desarrolla en el resto del poema.
El poema El tiempo cita las cuatro estaciones de manera que esos vientos de otoño son el reflejo de ese tiempo que se lleva todo lo perecedero, ese viento que parece acompañar el paso de los días.
Y finaliza la primera parte con el poema Que no mueran las rosas, esa pequeña muerte que sabemos inevitable y que simboliza esa muerte que a todos nos espera.
La segunda parte es nombrada con una sugerencia: Como un soplo de brisa. Y como una brisa son los poemas. Aquí remarcar un dato. Si la primera parte se abre con una referencia a la Musa, la segunda parte se inicia con una referencia al poeta. Oda al poeta se titula el primer poema. El poeta visto como un cantor de palabras y de sueños, como si con sus poemas ofreciera flores.
La tercera parte empieza con el epígrafe Llora el poeta. Así la referencia a la poesía y al compromiso que representa nos llevará al último poema, dedicado a ella, a la poesía.
Sigamos ahora con Como un soplo de brisa. El segundo poema, Entró la primavera, se inicia con una puerta abierta por la que entra la estación de las flores y el mundo parece brillar con la brisa que trae consigo. Y llena de esa brisa la poeta cierra la puerta.
Me detendré también en otro bello poema, El teatro de las ingenuidades, que nos transporta al mágico mundo de la infancia. Tenemos sol y viento, nubes, nieve, gnomos, dragones y sirenas en la primera estrofa. Tenemos diversos juegos en la segunda estrofa. La tercera estrofa nos embulle del espíritu infantil. Para llegar a la cuarta, donde aparece el invierno de la madurez, con la consiguiente pérdida de la inocencia que teníamos en la infancia. Y quizá su infancia le recuerde a Rosario su tierra, su amada tierra andaluza, la tierra que comparte con su familia. Es uno de los poemas más bellos del poemario este Cuéntame de nuestra tierra pues aquí se palpa el sentir, la nostalgia de la poeta por el sol, las campanas, la lluvia y el trigo.
Llegamos en este viaje poético a la tercera parte. Llora el poeta. Aquí vemos como en el primer poema, el titulado Sin color ni aroma, Rosario nos vuelve a hablar de la soledad, propiciada quizá por el frío: la soledad es fría, la tormenta congelada sobre - y no es casualidad – el camposanto. Las flores están marchitas, los besos son gélidos y parecen efigies de hielo. Estas imágenes del frío se suceden en Soliloquio también, por ejemplo,
Pasemos a la cuarta parte, titulada El coraje de soñar. La poeta no ha perdido a la niña que fue, que sigue soñando, que sigue en los paisajes de la infancia, revestida por el paso del tiempo, llevando en la boca antiguas primaveras, en los ojos azul de la mañana (¿sería el verano, tal vez?) en el pelo, risas de las cumbres (en clara alusión al invierno) y el otoño enredado en mi cintura.
Aunque hemos visto alusiones al amor en poemas anteriores, éste se materializa en los poemas siguientes, es una amor carnal: mi loco palpitar y a la vez es un amor místico, espiritual. La voz poética de la autora se refiere a un TÚ que no conocemos, que puede ser un hombre, la misma poesía o incluso puede ser Dios, ese Dios que encarnó el Verbo y que murió en la Cruz.
La quinta parte el poemario se titula Nacido en desabrigo y consta de dos poemas, dos poemas de temática social que muestran la preocupación de Rosario por la injusticia, que se desarrollan en el mejor tono de los poemas de Miguel Hernández. Quién le roba los sueños se titula el primero y yo no he podido evitar recordar el hernandiano Niño yuntero.
Y la sexta parte del libro se titula Sonetos. Rosario es maestra en el arte de escribirlos, domina el ritmo, la métrica, la rima. Pero un soneto no es sólo forma, el soneto como todo poema tiene alma y los sonetos de la autora la tienen, indudablemente. El primer soneto se refiere al Padre que estás en los cielos, quizá como un guiño a esa religiosidad que vemos en el título del poemario y que vemos extendida en el soneto en la cita al árbol de la vida, la tierra prometida, el trigo de donde sale la hostia, la mano sangrante y dolorida, la espina punzante de tu frente para terminar con los mares y los cielos. En el poema Amistad nos encontramos también alusiones espirituales, se ave que aletea migratoria del último terceto me trae a la memoria el Espíritu Santo, para terminar el terceto con la Gloria en mayúsculas. Vemos en el soneto Bordeando la mañana otra vez el contraste entre la alegría y la inocencia de la infancia con el desencanto y el dolor de la madurez, de la edad adulta.
El soneto Decepciones vuelve a hablarnos sobre el dolor, y vuelven las alusiones religiosas: De roca te creías y eres barro, para después decirnos: allá tú con tu credo y tu conciencia. Los puñales que hieren a la poeta son gélidos y se hace de hierro, se blinda ante las decepciones de la vida. En El trigo imaginario nos encontramos con viento y con huracán, vemos morir a las amapolas, vemos cómo se pierde la cosecha, trayendo el hambre como consecuencia, enlazado con esa cruz del título que nos recuerda la muerte. El soneto Paloma que retoma la tradición bíblica para contraponer la paloma – símbolo de la bondad, la pureza, la encarnación en pájaro del Espíritu Santo – contra el mal, la ya mítica serpiente. En el soneto Tierra mía Rosario parece que quiere anticipar la propia muerte con el sabor de su tierra que perdió cuando era adolescente. El soneto Qué importa está dividido en dos núcleos temáticos: los cuartetos y los tercetos. Vemos negación y muerte en los cuartetos: la luna no aparece, las cumbres nevadas, la rosa no florece, el sol desaparece, las heladas invernales, las tardes nubladas, el río desfallece. Para cambiar de tono con los tercetos: música en el río, luna de colores, agua de rocío, florecen los rosales, sol de resplandores y todo ello gracias a un milagro que se resume magistralmente en el último verso: y de amor... fundiremos los glaciares.
El poemario se cierra con el soneto Qué tarde me abrazaste, como ya he comentado dedicado a la poesía.
Felicito a Rosario por este libro. Gracias Rosario por pedirme que te lo presentara.
Y para concluir querría leer versos excelentes de algunos de los poemas, versos que me hubiera gustado escribir a mí:




la que besó la luna en arrebato
se dormían los sueños y hablaban los silencios
del humilde fulgor de los candiles
y en tus labios el beso sin retorno
mientras bordas mi vientre de azucenas
al calor de tu cuerpo enajenado
del dolor que me vence y que me azota
,




4 comentarios:

  1. Gracias, Teresa, por todo. Fue una tarde inolvidable.

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  2. Gracias a ti Rosario, que lo hiciste posible.

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  3. La tarde se nos hizo íntima y compartimos la emoción, como el punto de partida de una espiral de verbos y de luces.
    Gracias a las dos

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  4. Fue una tarde llena de emociones. Hubo mucha magia
    en el ambiente, aunque la poesía de Rosario Bersabé es capaz de adentrarse en los corazones más duros,enternecerlos y hacer que lloren. Tuvo una presentación brillante por parte de Teresa Domingo y le recitaron muy bien sus poemas, juntamente con la guitarra de su nieto. El conjunto fue de una calidez y una belleza que se me hace dificil relatar. Enhorabuena !!

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